martes, 15 de marzo de 2016

Una sesión de consejos y otras tonterías no relacionadas.

Una sesión de consejos y otras tonterías no relacionadas.

Lavate los dientes. Sale caro ir al dentista. Estira cada día, haz deporte. Sale caro ir al fisio. No te fíes de aquellos que presumen de valentía y se destrozan el cuerpo, si no cada fin de semana, cada día, sistemáticamente. Ámate, quiérete. El futuro te lo agradecerá. Comé sano. No dejes que te convenzan las payasadas del tipo: ”De algo hay que morir”. Eso ya lo sabemos. Lo importante entonces son los “De algo hay que vivir”. Escoge vivir bien, escoge disfrutar de la vida, aprovechar los domingos, levantarte pronto por las mañanas, tener energía hasta el final del día... También dicen que hay que quedarse con un poco de hambre y nunca comer demasiado.


Abandona el pensamiento grupal, escoge a la gente por su valía, y no por que te caigan mejor. Promueve instituciones no corruptas, da igual que estés dirigiendo un musical o un ayuntamiento. Como Nietzsche, cree en la fe de lo terrenal. Ama a los seres humanos. “Siempre mejorando, Luis. Siempre mejorando”. Es lo que he oído hoy en la indiscutible clínica del éxito. No importa que parezca ciencia ficción, que existan o no las agujas que envían descargas y los ultrasonidos que regeneran tejidos. Es cierto y es real. “Hard work, pays off”, que dice Steve Pavlina. Hay que currar día tras día. Mejora personal, mejora en lo que hagas. Da lo mejor de ti. Quizá no hoy, quizá no mañana, pero algún día tus esfuerzos serán valorados, serán recompensados. Como lo fueron los de Van Gohg aunque le pillasen a deshora. Des o afortunadamente, vivimos en un mundo que avanza demasiado rápido, lo que se traduce en más oportunidades, y en más fracasos. La gente nace más deprisa, pero si no se adapta a la velocidad del cambio, perece también más deprisa. Puedes elegir ser intemporal, aunque la fugacidad y banalidad de la vida nos lo pone cada día más difícil.

No te creas lo que aparece en la tele. No tengas tele. No veas anuncios. No te creas lo que dicen los anuncios. Te quieren con dinero; te obligan a trabajar. Quieren que te gastes el dinero en algo; te convencen de que el coche es necesario. Te quieren con miedo, por si le pasase algo al coche; te ofrecen seguros. Te quieren bonito por fuera y vacío por dentro, no solo del bolsillo; desvían fondos culturales, te regalan cosmética. Te quieren entretenido y sin espíritu crítico; te ofertan nuevos canales de televisión cuando renuevas el móvil. Te quieren mal alimentado, sin energías, enfermo; rebajan las comida basura, las grasas parcialmente hidrogenadas y las bebidas con alcohol. Te quieren sacar todo el dinero que te queda, si es que todavía te queda algo; y te invitan a las casas de apuestas prometiéndote la estupidez más ridícula de la lista: “Que el dinero te va a hacer feliz”.La suerte está día tras día, con trabajo y esfuerzo. Después, antes de que acaben los anuncios y empieces a tararear la canción de la intro del Club de la Comedia, versión amateur; te ponen un par de anuncios de prestamos bancarios. Gracias por cedernos tu vida.

Ya sé que soy un radical. Pero tú solamente sal de la trampa. Sal de la trampa antes de que sea demasiado tarde y lo que antes te daba seguridad, ahora te obligue a quedarte en la calle. Lo escribí en una carta el jueves pasado. “Hace tiempo que cavamos nuestra tumba. Pero ahora estamos empezando a llenarla desde dentro.” Ten cuidado, no miedo, pero ten cuidado.

La solución está en el epicureísmo. Un cacho de pan, otro de queso, y que se ría quién se ría. Diferenciar entre lo que da felicidad y lo que la gente dice que da felicidad. Darse cuenta de que el dinero da seguridad, y quita libertad. El eterno debate entre la seguridad y la libertad, aplicable a nivel orwelliano, de pareja romántica, o de vida laboral. Pero seguridad y felicidad son cosas diferentes. La libertad y la felicidad también son cosas diferentes. No sé si es la seguridad o la libertad lo que está más relacionado con la felicidad, pero sin duda, hay una cosa que corelaciona negativamente con la felicidad, la esclavitud.

Típica frase de oriental que a occidente se la trae floja, “Somos esclavos de nuestras necesidades”. Así que ten cuidado, no miedo, pero ten cuidad. Los meses más maravillosos de mi vida fueron protagonizados por la pregunta “Do I really need it?”, culminados quizá con la revelación de poder ser libre durante toda mi vida a base de aire, agua y comida. Bueno, personas también. Aquel día no me fui a la montaña para siempre, no por la soledad, que también, sino por un deber moral. Lo apodé, que no bauticé, hace unas semanas. “Responsabilidad social” le puse. No sé si te gusta, pero a mi bastante. Y a mis hijos, que todavía no tengo, todavía más. Lo escribí hace poco en un papel cualquiera de cualquiera de mis cuadernos: “De pequeño, tenía muchos amigos. Ahora tengo responsabilidad social.

En la actualidad, y a días, procrastino obligaciones para escribir textos con la esperanza de movilizar intelectos, y paralizar economías destructoras de seres humanos. Creo que una página de incoherencias es suficiente. Por eso del scroll-down al principio para hacer una estimación de cuantos minutos me va a tomar leer el post y pensar que si son más de cinco prefiero seguir haciendo thumb scrolling-down en el storyline del Facebook. Y es que, en 2016, hablamos así de raro. Habrá que seguir las pautas daoístas, y no solo adaptarnos al cambio, sino ser resilientes y salir reforzados de él.

Disfrutad del aire, que eso si que lo necesitáis, y todavía no se les ha ocurrido como cobrarnos por ello.

Un abrazo,


Carlos

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